viernes, 28 de noviembre de 2008

"No te preocupes: son pobres y es normal que trabajen".


Kailash Satyarthi, fundador del Movimiento Mundial contra el Trabajo Infantil"Mi casta me repudió, pero yo repudié el sistema de castas"LLUÍS AMIGUET - 27/11/2008
Tengo 54 años: la edad te hace menos apasionado pero más efectivo. Nací en Bhopal, en una familia de casta alta. Mi religión son los derechos humanos. Una cámara de televisión evitó mi asesinato por esclavistas de niños. He recibido el XXV premio Internacional Alfonso Comín

El primer día de colegio yo estaba entusiasmado con mis amigos y libros nuevos: entramos en tropel todos a las aulas, pero allí, en la escalera de entrada, vi a un zapatero con su hijo pequeño remendando zapatos...

...

Al empezar la clase levanté la mano y pregunté: "Maestro, ¿por qué el hijo del zapatero no puede venir al colegio?".

¿Le mandó callar?

Se puso serio: "No te preocupes: son pobres y es normal que trabajen". El director me dijo lo mismo, y al salir le pregunté al propio zapatero y me contestó que nunca antes lo había pensado, porque él no había ido al colegio ni su padre tampoco.

¿Qué hizo entonces?

Seguir haciéndome la misma pregunta.

Sigue siendo una gran pregunta.

Aún sin respuesta. Me hice muchas preguntas como esa mientras seguía estudiando. A los 12 años descubrí que muchos niños dejaban la escuela porque no podían pagar los libros, yme pregunté: ¿por qué no reutilizar los libros de alumnos ya aprobados?

¿Con sólo 12 años se preguntó eso?

Organicé un grupo de chavales que recogíamos libros usados y se los dábamos a los que no podían pagar nuevos. ¡La gente nos ayudó muchísimo! Conseguí más de 2.000 libros, que fueron el inicio del Book Bank.

Era usted un peligro para los editores.

Ingresé en Ingeniería y conocí a los líderes izquierdistas y gandhianos del movimiento anticastas. Los admiré. Para conmemorar el centenario del nacimiento de Gandhi, en 1969 organicé un banquete que sería cocinado y servido por parias.

Los intocables.

Se trataba de demostrar a India que comíamos lo que habían tocado y no pasaba nada. Preparamos una comida para cientos, e invitamos a todos los líderes progresistas.

¿Fue un éxito?

No fue nadie. Una cosa era llenarse la boca de Gandhi contra las castas y otra jugarse el prestigio. Así aprendí una valiosa lección: las buenas y grandes palabras te las dan gratis; los actos, por pequeños que sean, cuesta mucho obtenerlos, pero cambiar las actitudes y las creencias es tarea de toda una vida.

Tomo nota.

¡Cuántas veces reyes y reinas, estadistas y princesas me han alabado y se han comprometido a luchar contra la esclavitud y el trabajo infantil! Y luego no hacen nada. Es más, a menudo se benefician de la explotación de esos niños que llenan sus discursos.

¿Qué hizo con tanta comida?

Me la comí yo solito con algún amigo fiel. Cuando llegué a casa, tenía allí reunido a todo el consejo de notables, que venían a comunicar que expulsaban a toda mi familia de la casta. Eso era la muerte social: nadie querría tener nada que ver con nosotros.

¿Sólo por haber tocado a intocables?

Yo les pedí que me repudiaran sólo a mí, porque mi familia no había hecho nada. Entonces me dijeron que me perdonarían si iba a purificarme en un baño sagrado en el Ganges, pero yo me negué: "No voy a purificarme, porque no estoy sucio".

Tenía usted mucho valor...

Sólo fui sincero. Me repudiaron a mí solo. Yo les dije: "¡Si me repudiáis vosotros a mí, yo repudio todo el sistema de castas!".

... Pero mucho valor.

Tuve que vivir en una choza alejado de mi casa durante años, y ni siquiera mi madre podía comer conmigo. Así la castigaron a ella también. Sufrí una terrible soledad...

¿Aún está usted excastado?

¡De eso hace 40 años, afortunadamente! Fui ingeniero, estudié Políticas y olvidaron.

¿Ya no rige el sistema de castas?

Se había debilitado, pero ahora muchos políticos lo revitalizan para enfrentarnos y así conseguir votos clientelistas.

Aquí lo hacen con el sentimiento tribal.

Es el uso más canalla de la democracia. Un político que nos enfrenta no merece que le sigamos. Yo les dije ¡basta! y cambié mi nombre para que no reflejara mi casta. Satyarthi, el nuevo, es buscador de la verdad.

Bello nombre.

Fundé el semanario La Lucha debe Continuar también en hindi y me dediqué a denunciar y combatir la esclavitud y el trabajo infantil.

¿De verdad había esclavitud?

En 1980 llegó un hombre de una aldea que fue por las calles preguntando por mí con el semanario contra su pecho. Había escapado de ser esclavo en una fábrica secreta de ladrillos escondido bajo un camión...

¿Lo tenían esclavo allí?

A él y a toda su familia y a decenas de niños y mujeres, con la complicidad de la policía y los políticos locales. El pobre hombre se había fugado porque iban a vender a su hija y no quería perderla. Enseguida organizamos una expedición y llamé a la prensa.

Me alegra que sirva de algo.

Vinieron las teles - así la policía se arruga: a mí la tele me ha salvado de los matones-y fuimos con el hombre a la fábrica. Nos impidieron el paso: un juez leyó los periódicos y dio una orden de registro a la policía y entramos. Los liberamos a todos. ¡Habían nacido en la esclavitud sin salir nunca de la fábrica! ¡Ni siquiera habían visto nunca un coche!

¿La esclavitud infantil aún existe?

Sí, la verá en la calle en muchos países y la prostitución infantil también. Pero soy optimista: en 20 años de lucha hemos conseguido muchos progresos ¡Y veníamos de miles de años de abusos!

Jueves, 27 de noviembre de 2008 "Mi casta me repudió, pero yo repudié el sistema de castas"Dedos y deditos
No se me ocurre tarea más noble en esta vida que liberar de la esclavitud a un niño. Por eso, ¡qué energía me da Satyarthi para empezar el día! Me explica su lucha con una sonrisa enorme y agradecida. Medio siglo preguntando: ¿por qué unos niños entran en la escuela y otros se quedan fuera trabajando? Así ha conseguido sacar de los talleres a 70.000 niños en 140 países que se benefician de sus programas. Salgo de la entrevista hecho un chaval apresurado camino del colegio, pero ya nunca más podré calzarme según qué zapatillas ni volver a pisar indolente una de esas alfombras de nudos imposibles sin sentir de repente miles de atareadas manitas y sus dedos pequeñitos tocándome los míos...

Aporte de nuestro columnista Lic. Psicología Oscar Lobo

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