jueves, 20 de noviembre de 2008
Las fábricas del Hambre
Las fábricas del hambre
Por Miguel A. Semán
(APe).- La suba del precio de los alimentos durante el año 2007 sumó 119 millones de personas al ejército del hambre, con ellos ya van reclutados casi 1.000 millones de personas en todo el planeta. En América Latina y el Caribe la cifra que había caído de 53 a 45 millones entre los años 90 y 2.005, como consecuencia del alza de los precios del trigo, el maíz, los lácteos y el arroz trepó a 51 millones en 2.007. Lo increíble es que el incremento no está ligado a la falta de alimentos ya que la región produce, en promedio, un 40% más de lo que necesita.
Aquella inflación mundial de un año atrás provocó la algarabía de países productores como Argentina y Brasil, que engordaron sus reservas sin que decreciera su población de hambreados. En esos tiempos de bonanza el presidente Lula dijo que el aumento del precio de los alimentos debía recibirse con alegría porque significaba que los pobres del mundo habían empezado a comer. Es una pena que no les haya avisado que había llegado la hora de la comida a los 32 millones de chicos que en su país viven en familias con un ingreso inferior a 40 dólares al mes.
La misma escalada alcista, de precios y pobres, provocó, como coletazo en la Argentina, la lucha entre el gobierno y los productores rurales por los excedentes de esa renta excepcional. Los dos bandos en guerra sin darse cuenta apelaron al mismo discurso autista. El mundo necesita lo que nosotros tenemos, dijeron, como si no estuvieran hablando de hambre y de comida. Unos y otros creían que nadaban en un océano de dólares y soja ubicado a millones de años luz de los pre-cadáveres del Chaco, los desnutridos de La Rioja y los pibes malditos del conurbano bonaerense. La misma distancia, pero para el otro lado, que los separaba de los monopolios exportadores de cereales cuyas ganancias permanecieron intactas.
Hoy, como consecuencia de la crisis financiera internacional, los precios de los alimentos bajan. Sin embargo los costos de la caída también los pagarán los pobres. Ahora, porque en vez de inversión y aceleramiento de las economías, habrá desconfianza de los inversores, recesión y desempleo. Los mercados, dicen los economistas, hoy tienen un comportamiento irracional porque actúan dominados por el pánico. Lo dicen tan sueltos de cuerpo como si ayer, cuando los movía el motor del lucro sin límites, hubiesen sido racionales.
Se necesita, según la FAO, una inversión de 30.000 millones de dólares anuales, durante diez o quince años, para solucionar el problema del hambre en el mundo. El gobierno de Bush puso 700.000 millones sobre la mesa y ya perdimos la cuenta de lo que gastó Europa para que sus gigantes de papel no se derrumben unos a otros como en una danza de borrachos.
Mucho menos reclama el hambre para dejar de ser. Hace tres meses la Municipalidad de Chilecito, a 200 kilómetros de la ciudad de La Rioja, detectó 400 casos de chicos desnutridos. Los funcionarios admitieron que esos 400 chicos habían desbordado el sistema. Hace unos años les llegaban módulos alimentarios de la Nación. Los módulos con el tiempo pasaron a ser tickets y los tickets de cincuenta pesos, para la compra de carne y leche, con la inflación pasaron a ser nada.
El hambre no es un fenómeno de la naturaleza, como algunos creen. Tampoco es una enfermedad, ni una consecuencia indeseada del clima. Es una invención humana tan letal y temible como las armas químicas que Bush y sus aliados decían buscar en Irak. Como todo instrumento de destrucción masiva se aplica de manera racional y selectiva sobre determinadas regiones del planeta y apunta al exterminio de las razas y los sectores sobrantes de la población mundial.
Si no fuera así no se explicaría que 2 millones y medio de niños en la Argentina no alcancen a cubrir sus necesidades de alimentación, salud, vestimenta y educación y que 400.000 de ellos sean indigentes. Que en medio de este panorama los índices oficiales proclamen el descenso de la pobreza y la mentira sirva de fundamento para la reducción de los programas alimentarios. Y que todo esto pase, además, en el quinto país exportador de cereales del mundo.
Para algunos se trata nada más que de una paradoja. Nosotros seguimos diciendo que es un crimen. Un negocio tan macabro y colosal como la guerra. Quizás por eso en medio de la crisis las potencias del mundo hayan corrido a rescatar a los fabricantes del hambre en vez de tenderles una mano a los hambrientos.
Roca, Runciman y De Vido
20/11/08
Por Oscar Taffetani
(APe).- El tratado Roca-Runciman, firmado el 27 de abril de 1935 entre Julio Argentino Roca Jr. y Sir Walter Runciman, marca el momento más "infame" de la Década Infame.
Ante la amenaza de que la Argentina cayera (igual que cuando se pensaba que la Tierra era un plato sostenido por cuatro elefantes parados sobre una tortuga) al abismo que asomaba en los bordes del mundo civilizado, las élites gobernantes se bajaron los pantalones (metafóricamente hablando) y dejaron que la diplomacia inglesa obtuviera, sin disparar un solo tiro, el sometimiento económico del país a los designios del capital extranjero.
De la cuota de 390 mil toneladas anuales de carnes que Inglaterra se comprometía a comprar, como máximo un 15% podía ser de frigoríficos argentinos.
La Argentina, según aquel pacto infame que avaló el presidente Agustín P. Justo, dispensaría a las empresas británicas "un tratamiento benévolo que tienda a asegurar el mayor desarrollo económico del país y la debida y legítima protección de los intereses ligados a tales empresas".
Se creó el Banco Central, pero éste no podía efectuar control de cambios sobre las remesas de las empresas inglesas al exterior. Se creó la Corporación de Transportes, pero eso significó que pronto la totalidad del transporte automotor y ferroviario argentino quedaría en manos inglesas.
Y así, y así, hasta completar un rosario de iniquidades sobre el que abundaron los historiadores revisionistas, de los '60 a esta parte.
Petróleo Plus: que siga el corso
En noviembre de 2008, por temor a que los elefantes petroleros -espantados por el efecto jazz- corcovearan, se resbalaran de la tortuga e hicieran caer el plato de la economía argentina al abismo, la Presidenta de la Nación, el superministro Julio De Vido y un par de regalados gobernadores (así les dicen a los que cobran regalías) se apuraron a firmar un paquete de decretos que reducen impuestos y otorgan generosas exenciones a las empresas petroleras, a condición de que "sostengan la inversión" y alejen el fantasma del desabastecimiento energético. El paquete fue bautizado Petróleo Plus.
"El crédito fiscal -leemos en los diarios- que incluye devolución del IVA y amortización anticipada del impuesto a las ganancias, estará destinado a quienes demuestren mayor producción de crudo y garanticen un mayor incremento en la reposición de las reservas".
El ministro De Vido calculó que gracias al estímulo fiscal se realizarán inversiones directas por 8.570 millones de dólares.
Juan Allapán, titular del Sindicato de Petroleros Jerárquicos (sic) declaró a la prensa que el programa Petróleo Plus "se traduce directamente en el desarrollo y pleno empleo en la cuenca del Golfo San Jorge..."
Altos ejecutivos de Repsol-YPF -el mayor beneficiado por Petróleo Plus- enviaron fervorosos saludos y mensajitos de texto (este agregado es nuestro) agradeciendo el regalo de fin de año.
Sólo unas pocas voces, apagadas por el ruido de la comparsa oficial, se animaron a decir que Petróleo Plus es una burla, que es una afrenta para todos los argentinos, que significa perdonar a las concesionarias sus morosidades e incumplimientos.
"En los territorios incluidos en el Plan -afirmó el especialista Gustavo Callejas- no hay riesgos de exploración, como sí lo hay en el mar. Eso significa que van a premiar a quienes no invirtieron en los últimos 17 años".
"En épocas de YPF -recordó Pino Solanas en una conferencia reciente- se perforaban 100 pozos al año, y las privatizadas no pasaron nunca de 25 por año. En consecuencia, lo que hicieron las petroleras es bombear y bombear para llevarse recurso. Y las reservas bajaron de 30 años a seis o siete..."
Mensaje de Evita, carta de San Martín
Hay un texto maldito de Eva Perón, dictado en su lecho de muerte. Se titula Mi mensaje y es un testamento y una arenga a los argentinos futuros. Son las palabras de "esa mujer" que entró sin permiso al salón, y que se sentó sin permiso al banquete, en representación de los excluidos.
"El arma de los imperialismos -escribió- es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre. El talón de Aquiles del imperialismo son sus intereses. Donde esos intereses del imperialismo se llamen 'petróleo' basta, para vencerlos, con echar una piedra en cada pozo. Donde se llame cobre o estaño, basta con que se rompan las máquinas que los extraen de la
tierra o que se crucen de brazos los trabajadores explotados... ¡No pueden vencernos! Basta con que nos decidamos..."
Pero, claro, Evita era una exasperada. Una extremista. Era el subsuelo de la patria sublevado, como decía Scalabrini.
San Martín, en cambio, nuestro general San Martín, era un moderado. "Compañeros -escribió- la guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada...".
Políticamente incorrecto, San Martín. Políticamente incorrecta, Evita.
Nunca los hubieran invitado a la firma del Plan Petróleo Plus.
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agenciapelota@pelotadetrapo.org.ar
Por una Comunicación Alternativa
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