miércoles, 22 de agosto de 2012

Fundación Ushuaia XXI: EL EFÍMERO DESARROLLO SOCIAL


La Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas comprendió, hace unos 25 años que, al denominado desarrollo socioeconómico le estaba faltando una mirada o un nuevo eje que lo equilibrara. Una década antes, pensadores y científicos, asumieron que los requerimientos de vida de la población mundial, la explosión demográfica, la insensibilidad hacia la naturaleza y especialmente el consumismo del primer mundo, generaban un daño irreparable en la naturaleza, pérdida de la biodiversidad y, con ello, potencial agotamiento de muchos recursos naturales.
Comenzaron a elaborar teorías dentro de las cuales se hablaba de “desarrollo sostenible”, “desarrollo perdurable” o “desarrollo sustentable”. Con este término se pretende: “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”.
Dicho de otra manera, el requerimiento o sustento de vida de quienes hoy vivimos sobre este mundo, no puede, de ninguna manera, malograr o comprometer el sustento de nuestros hijos, nietos e incluso de los “no nacidos”. Todos éstos tienen, por lo menos, los mismos derechos que nosotros, aunque aún no puedan expresarse o defenderse.
El desarrollo sustentable implica, ineludiblemente, tres aspectos fundamentales el eje:

ECOLÓGICO, ECONÓMICO Y SOCIAL.

La ausencia de cualquiera de ellos, transforma al supuesto desarrollo, en un factor desequilibrado que, en menor o mayor plazo, eclosionará en problemas. Para ser más claro: comida para hoy, hambre para mañana.
Obviamente que el desafío de cualquier país o sociedad, es lograr obtener la tecnología y una adecuada organización social que permita garantizar los recursos de subsistencia de la gente respetando el ritmo que requiere la recuperación de nuestro medio ambiente.
Hay muchos inconvenientes para lograr esta premisa. Uno de los que puedo mencionar ahora es que cada día somos más y la planificación siempre va detrás de la realidad, (los fueguinos sabemos mucho de ello) y, otro inconveniente es que no hay límite a la ambición de quienes explotan nuestros recursos naturales, como tampoco al consumismo desenfrenado de quienes podemos consumir, incluso más de lo que necesitamos. (Sería injusto incluir en este segmento a muchos que solo luchan por obtener un plato de comida o un techo donde guarecerse del frio).
Conforme ha ido avanzando la conciencia colectiva respecto de estos temas, también ha aumentado la inclusión de los términos como: medio ambiente, ecología, desarrollo sustentable, etc., en los discursos de funcionarios y políticos.
Resulta hasta vergonzoso observar cómo se bastardean estas palabras. Una manera de decir lo que la gente quiere oír, pero apostando al desconocimiento o, en el mejor de los casos, a la insensibilidad de quienes cómodamente saben, pero no les interesa. Hoy incluso no son pocos los que consideran que defender el ambiente es responsabilidad exclusiva de “los ambientalistas”.
Una de las más usadas estrategias, ante el cuestionamiento, es el argumento de darle prioridad a “lo social”, “los puestos de trabajo”, o “los seres de dos patas”. En esta absoluta falacia que evidencia su escaso conocimiento sobre la temática o simplemente, su abundancia de hipocresía.
Como si la respuesta a lo social, los puestos de trabajo o los seres de dos patas, se hallara totalmente aislada del ambiente, de los demás seres o del sustento del resto de quienes vivimos en el mismo país o mundo. Parece ser que para garantizar el sustento de un porcentaje de la población, bien vale la pena arruinarle el sustento o la calidad de vida al resto de la población.
Cuando un funcionario o político habla de los social divorciándolo de lo ecológico, habla de una estrategia inmediatista, ausente de planificación, efímera, demagógica y, sobre todo, desequilibrada económicamente en el corto o largo plazo.
Cuando un funcionario o político habla de “puestos de trabajo” divorciándolos de lo ecológico, habla del trabajo de hoy, por lo tanto de los votos de las próximas elecciones, pero sobre todo, se desentiende totalmente de la desocupación de mañana. En definitiva, sigue apostando a la desinteligencia, insensibilidad o ignorancia de la gente.
Como ciudadanos debemos aprender a leer estas cuestiones, a demandar respuestas más sinceras e inteligentes, a escudriñar en los antecedentes, en el respeto que nuestros representantes manifiesten hacia la naturaleza, es decir, hacia nuestro futuro.

Julio César Lovece
Fundación Ushuaia XXI

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