miércoles, 15 de abril de 2009

El Pan de hoy, el hambre de mañana

Opinión
Por Gonzalo Benito Zamora*

Gran problema gran, los trabajadores estatales están en conflicto con el Gobierno Provincial. Cada sector tendrá su motivo, en general solo escucho hablar de aumento salarial, pero ese pedido, para mí, no es un problema. Si los sindicatos estatales creen que deben cobrar más de lo que cobran, está bien que lo reclamen. Eso sí, no esperen que todos estén de acuerdo con la medida.
Debo decir que yo no estoy de acuerdo con el reclamo, ni con la estrategia de los distintos sectores gremiales, creo que no es el momento adecuado y que pueden esperar para un aumento salarial. Sin embargo en algo debo admitir que coincido: los costos de la canasta básica. Es cierto que cada día que pasa el salario del trabajador pierde valor frente al crecimiento mensual de los precios y que, por ende, el sueldo que perciben los empleados públicos cada vez alcanza para menos. Pero eso no quiere decir que los trabajadores, en general, cobren poco. Repito, en general.
El asunto a discutir acá es otro. Como con tantas otras cosas en nuestra Provincia y en nuestro País, las discusiones se han llevado al terreno de “lo que más me conviene” y se han dejado de lado las aristas que integran una profunda y verdadera discusión. Así como la Ley de Promoción Económica y Fiscal se transformó durante nuestra aventura menemista en Ley de Promoción Industrial –definiciones conceptualmente opuestas- la discusión acerca del Poder Adquisitivo de los Trabajadores se transformó en debatir Aumentos Salariales. Aquí radica el gran “error” de las dirigencias sindicales y gubernamentales.
Cuando se discute aumentar o no los salarios se lo hace en torno a lograr que la clase trabajadora pueda acceder al mercado de consumo, o sea a lo que puede comprar el empleado, pero se deja en un segundo plano la discusión acerca de cómo hacer para que esos productos sean más económicos. Si, es cierto, en ocasiones se menciona la cuestión de los precios pero no con tanta vehemencia como cuando se habla de aumento al bolsillo del obrero.
La cierto es que los salarios nunca van a alcanzar mientras sigamos inmersos en un sistema económico que se basa en la oferta y la demanda. Mientras mas dinero tengan los trabajadores más caras serán las cosas, así funciona el sistema. Basta con prestar atención a las publicidades comerciales para ver que la mayoría de los créditos y facilidades están dirigidos a los empleados estatales, aunque los Navarros y sus voceros digan que son los privados los que ponen la espalda. No se me malinterprete, bajar los salarios no es la discusión que quiero dar. Lo que intento manifestar es que los trabajadores, clase social a la que pertenezco con orgullo, debemos empezar a cambiar el eje de discusión y empezar a analizar si no somos cómplices también de lo que nos está sucediendo. ¿A cuántos de nosotros se nos ocurre no comprar carne cuando la vemos cara? ¿Cuántos de nosotros tenemos el mismo teléfono celular desde hace 5 o 6 años? ¿Cuántos preferimos caminar en vez de tomar un taxi o un colectivo? Probablemente muy pocos.
Poder adquisitivo no es sinónimo de sueldos altos, sino de cuánto puedo comprar con la plata que tengo. Hagamos un ejercicio sencillo: Si un litro de leche sale un peso y yo tengo un sueldo de mil pesos, podría comprar mil litros de leche, pero si ese mismo litro saliera dos pesos solo me alcanzaría para adquirir la mitad, o sea quinientos litros, o sea menos. Desde mi punto de vista es bastante sencillo.
Pero vivimos en una sociedad capitalista, en donde imperiosamente necesitamos tener cada vez más plata, para comprar cada vez más cosas y así, no sentirnos menos que los demás. Suena medio estúpido dicho así. Lo grave es que aquellos que han sido elegidos para representar a los trabajadores en su conjunto, frente a las patronales y los sectores de poder, no se den cuenta que con la discusión vacía de aumentar los salarios no hacen más que colaborar con la estructura económica y social que predomina por éstas épocas (y por éstas tierras). Desde los dirigentes sindicales maoístas hasta los peronistas, se comete el mismo error una y otra y otra vez, cuando las tradiciones ideológicas socialistas y nacional-populares fueron, alguna vez, sinónimo de grandes corrientes de pensamiento que discutían la realidad laboral hasta sus cimientos.
Hoy, quienes dicen defender el derecho de los laburantes, gozan de mayores privilegios que sus representados. Hoy, quienes dicen defender la integridad de los trabajadores, no poseen una cuota de imaginación para desarrollar una estrategia sindical inteligente y responsable. Así como el populismo político lleva adelante obras que no tienen ningún tipo de sustentabilidad histórica (como puede ser, arreglar baches y poner reductores de velocidad), el populismo sindical propone discutir aumentos salariales. Nosotros, los trabajadores, preocupados por la gatita que baila hoy en el caño o por adquirir un televisor plasma para el mundial, vivimos al 2 por 4 de las burocracias dirigenciales.
Llegará el día en que esto se termine. Llegará el día en que empecemos a cambiar nuestros modelos de referencia y comencemos a discutir la realidad en profundidad, una realidad que nos muestra que hay compañeros indocumentados obligados a ocupar terrenos porque no tenemos viviendas para sus familias, mientras nosotros recorremos la ciudad en nuestras camionetas, vemos televisión por cable y tenemos a nuestros hijos jugando a matar “rebeldes” en la computadora.
Llegará el día en que vuelva el modelo sindical profundamente revolucionario y muera el conservador burocrático. Llegará el día en que la clase trabajadora empezará a discutir de fondo los temas que nos afectan y no aquellos temas que significan pan para hoy y hambre para mañana.
Llegará el día en que vuelva Agustín Tosco y José Ignacio Rucci muera, de una vez por todas.

*Estudiante, asesor de prensa de los Senadores Díaz y Martínez, militante del Partido Socialista Auténtico en Proyecto Sur

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