sábado, 11 de octubre de 2008

Nos hacía falta una alfombra y papá nos regaló un poema"

Teresa Guillén, hija del poeta de la generación del 27 y premio Cervantes Jorge Guillén "Nos hacía falta una alfombra y papá nos regaló un poema" LLUÍS AMIGUET
Tengo 85 años: temo vivir demasiado hasta no poder reconocer a mis hijos. Nací en París. Casada 43 años en una familia estructuradísima. Vivo el privilegio de Harvard: para aprender, sólo hay que escuchar.He participado en el simposio sobre mi hermano Claudio en la UPF

Cuando cumplimos veinte años de matrimonio, Steve, mi marido, Stephen Gilman...

Insigne hispanista: catedrático en Harvard.

..., y yo necesitábamos una alfombra para el recibidor, pero yo a papá le pedí un poema.

Una alfombra voladora.

Papá era muy meticuloso escribiendo, pero nos sorprendió en una noche con un poema bello y muy guilleniano: espere...

...

"Sólo amor sostiene aquí el andamio / de una felicidad tan cotidiana...", y... y... ¡Ay!, tengo una salud perfecta, pero ya se me olvidan las palabras...

Yo la veo estupenda.

Yo no necesito que me mienta, porque soy mujer. Los hombres lleváis mucho peor envejecer, porque sois más presumidos.

¿Qué es lo primero que recuerda?

No recuerdo ir al colegio. No fuimos hasta el 33 en Sevilla, en la Institución Libre de Enseñanza... Hasta mis 10 años nos enseñaba en casa mi madre, que era judía...

¿Entonces usted también lo es?

Técnicamente sí, pero la verdad es que nunca le habíamos dado importancia. Nos declaramos judíos mi hermano, Claudio...

Claudio Guillén, otro imprescindible en la literatura universal.

... y yo cuando nos dimos cuenta de que a los judíos les perseguían en Europa y que en EE. UU. había hoteles que no les admitían. Mi hermano, además, se alistó con los voluntarios de la Francia Libre de De Gaulle. Fue la única ocasión en que le vi discutir con mi padre, que quería que fuera a la guerra, pero con los americanos: sin tanto riesgo.

¿Qué recuerda de antes del exilio?

Las meriendas en casa de Juan Ramón: vivíamos en una casa que nos alquiló su mujer en Madrid, y ellos no tenían niños, pero les encantaban, y Juan Ramón nos dedicó una semblanza a Claudio y a mí donde nos recordaba: "Vamoh a azuztar a Juan Ramooón...". Y me acuerdo mucho de Federico.

¿Cómo le recuerda?

Siempre sonriendo. Me dedicó un poema, "A mademoiselle Teresa Guillén", porque yo hablaba tanto español como francés. No se cansaba de jugar con nosotros. Fue para mí la primera muerte de alguien querido.

¿Cuándo se exiliaron?

Mi padre era un ingenuo. Era amigo de Azaña, sí, pero no hacía política. Cuando bombardearon Valladolid, dijo que sus hijos eran franceses y que no debían quedarse. Cogimos un tren hasta Pamplona y de allí cruzamos la frontera andando con mi madre, y él se quedó allí tan tranquilo... ¡En la Pamplona de los requetés en julio del 36!

Mal sitio para un poeta.

Lo detuvieron en agosto con mi madre, a la que acusaron de espía por ser francesa. Menos mal que mi abuelo paterno, un empresario listísimo con contactos en todas partes, y copropietario de El Norte de Castilla, cogió el chófer y el coche y se plantó ante la cárcel de Pamplona día y noche hasta que logró que los soltaran a los dos.

Su abuelo fue muy oportuno.

Al final pudimos huir a Francia hasta el 39, en que mi padre recibió una oferta de la Mc-Gill University, y luego saltamos a Harvard gracias a su gran amigo, Pedro Salinas.

Otro enorme poeta.

Siempre he estado protegida y mimada por poetas: mi padre, mi hermano, Pedro, Federico, Max Aub y Cernuda en México... Y por Juan Ramón hasta que nos enfadamos.

¿Por qué?

Un día le dije a mi padre que me iba a verlo a Puerto Rico y papá se enfadó: "¿Vas para que te diga que tu padre es un indeseable?".

¿. ..?

Juan Ramón había publicado, a sabiendas de que era falso, que mi padre era también el escritor fascista Jorge Villén.

Amargo exilio.

Juan Ramón fue un padre para todos los poetas del 27 hasta que alguno de sus apadrinados le pareció demasiado bueno.

Los poetas son divinos y humanos.

Y, en fin, el resto de mi vida reconozco que lo he vivido en el privilegio de Harvard. No hacía falta moverse, por allí pasaban todos, desde los líderes comunistas en el exilio y en la transición hasta la aristocracia o la monarquía: la semana pasada cené con la infanta Cristina y su marido... ¡Qué altos son!

¿En Boston?

Sí. Vinieron a inaugurar la exposición sobre el Greco y Velázquez. Y ahora tengo que comprarme una novela de Lobo Antunes, porque viene a casa la semana que viene.

No se me deprima con Lobo.

Hice mi tesis sobre la correspondencia de Baudelaire y Flaubert. Y después: cuarenta y tres años casada con mi marido y una familia, ¿cómo dicen ahora?, ¿desestructurada?, pues al revés: estructuradísima. Yo llevaba la logística y les pasaba a mi padre y a mi marido a máquina sus cosas. Iba a clases estupendas, pero a menudo era mejor quedarse en casa con los invitados y escuchar.

¿En muchos idiomas?

Mi padre se casó con una francesa y, tras enviudar, con una italiana; mi hermano con una alemana; mi hijo con una danesa; dos nietos con dos chinas... Y como papá, encantador, nunca habló del todo bien inglés, todos acababan por aprender español. Y les hicimos aprender el francés: costó, pero ¿a que es mejor ser trilingüe? Y ahora mi bisnieta quiere ser periodista. ¿Puede darme su e-mail para ella?



viernes, 10 de octubre de 2008La Contra| página nº 68Más Noticias de
La Contra Las Américas
Corre doña Teresa Guillén y yo tras ella por las calles recién llovidas de la Vila Olímpica: me cuenta que los congresos de postín eran los de Barcelona, siempre mejor organizados - y pagados- que los de Madrid; me explica cómo sobrevivió dos años toda la familia con una beca Guggenheim de su marido - cinco mil dólares- y cómo cuando volvían de Harvard a la España de Franco todos les decían con envidia: "¡Qué suerte, vosotros, en América!", y que en realidad su América era modesta en su sueldecito de profesor, pero, sí, opulenta por el trato directo con los mejores hispanistas, humanistas, políticos y politólogos del siglo, pues todos pasaban por casa de los Guillén en Boston, y aún siguen pasando.

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